El domingo, una figura querida y admirada en la Ciudad Vieja nos dejó. Pilar Diéguez, una vecina entrañable, falleció a la edad de 91 años, dejando un vacío en el corazón del barrio que será difícil de llenar. Su presencia alegre y su amor por la vida dejaron una marca imborrable en todos los que tuvieron el privilegio de conocerla.
Pilar Diéguez se convirtió en un verdadero símbolo de la Ciudad Vieja, un lugar donde las historias y las tradiciones se entrelazan con el día a día de sus habitantes. Su contribución al barrio fue más allá de lo común, y como testimonio de su cariño y reconocimiento, el Concello dedicó un banco en su honor.
Uno de los legados más destacados de Pilar fue su capacidad para llenar de alegría y color la calle Cortaduría. El toque de patio andaluz que otorgó a través del enrejado de macetas repletas de geranios y azaleas que adornaban la ventana de su cocina no solo embelleció el entorno, sino que también irradiaba vida y vitalidad. Era como un pequeño oasis de belleza y calidez que iluminaba el día de quienes pasaban por su lado.
En su partida, la Ciudad Vieja pierde a una figura icónica que encapsulaba la esencia de la comunidad y la tradición. Pilar Diéguez dejó un legado de amor por su barrio y una lección de cómo una persona puede marcar la diferencia en su entorno con un simple gesto de alegría y dedicación.
Nuestros pensamientos están con la familia y amigos de Pilar Diéguez en este momento de pérdida. Su memoria vivirá en cada geranio y azalea que adorna la ventana de la Ciudad Vieja, y su espíritu continuará inspirando a todos nosotros a apreciar y cuidar de nuestras comunidades de la misma manera en que ella lo hizo con tanto amor y devoción. Descanse en paz, Pilar Diéguez.
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